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This visible silence, still as the hour-glass.
Gabriel Rossetti: "Silent Noon".)
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Entre el atardecer,
échase a desandar mi corazón…
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Y la cabeza, errátil, descamino
hasta el hogar de la niñez. Por gusto
buscar allí, llamando. Allí no hay nadie.
De soledad, vaciaron los espejos.
Sobra, sin tiempo, ese despertador.
Mecen las mecedoras el silencio, suspensas.
En las camas, insomnes desnúcanse las colchas.
Y, al fondo de un baúl desmemoriado,
desechada, destíñese
--ya un trapito tan sólo-- la esperanza.
Se quebró, derramándose,
la jarra familiar de la alegría…
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Llamo de cuarto en cuarto a mamá. No me
(atiende,
ni me dice “¿Qué, niño?”
Entonces me da miedo tanta ausencia,
y a buscarla corro a la cocina,
donde, para sus hijos, ella panificaba
a diario el corazón, calladamente.
Mas tampoco allí doy con mamá. Es el fogón
el que solito está, con el ojo gastado
de enterrar su candela en las cenizas.
No hay nadie allí. Por gusto
buscar allí, llamando. Allí no hay nadie.
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Desentechada la ilusión, retráigome
al taller de papá. ¡Qué va! Tampoco
él está y ni siquiera
la afanosa honradez de su martillo
reconfortando, a golpes temporales,
el ánimo andariego del zapato,
alicaído ya. Allí no hay nadie.
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Hasta el alma arrincono y se me olvida
como una deshojada canción. Allí no hay
(nadie
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En la casa de la tarde tampoco hay nadie.
Cerrada está la puesta y de allá vienen
ladridos de orfandad. Unos pericos
regresan de la escuela del recuerdo…
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¡No hay nadie hoy!
Entre el atardecer,
échase a desandar mi corazón…
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Del libro: Las Trovas Del Silencio Florecido
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