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Héme ante ti, soberbio Tequendama,
contemplándote altivo frente a frente!
Aquí me trajo el eco de tu fama,
que dilatada de Occidente a Oriente
el orbe recorriendo, te proclama,
con la voz de su trompeta prepotente,
repercutida en los inmensos Andes,
grande – de Dios entre las obras grandes!
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Y, -es cierto, Tequendama-eres sublime!
Tú a mi espantada vista eres un mundo;
su majestad mi pensamiento oprime;
y al escuchar terrífico, iracundo,
tu rudo acento, que en la breña gime,
y al contemplar tu seno furibundo,
lleno de admiración, con santo miedo,
inerte, mudo en tu presencia quedo.
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Tú eres el ara inmensa, solitaria,
do, lejos del mundano torbellino,
a Dios su corazón y su plegaria
se acerca a levantar el peregrino;
que si una noche de impiedad, nefaria,
ha sembrado de dudas su camino,
tienes raudal de luz, fulgente y pura
que habrá de iluminar su mente oscura!
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Sí Tequendama augusto y solitario!
a gozarme en tu rústica belleza
vine hasta aquí con paso temerario,
y ora inclino mi frente a tu grandeza;
pues miro en tí magnífico el santuario
que en el bosque erigió Naturaleza
para que vengan a adorar las gentes
al poderoso Dios de los torrentes!
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¿Quién, al verte tan grande, no se humilla?
¿Quién, al oír tu voz, no teme y ora,
y dobla respetuoso la rodilla?
Que el mismo Dios en tu recinto mora:
el dintel de su alcázar es tu orilla,
que el verde bosque en derredor decora;
El en la tempestad su trono asienta,
y esa es su voz, la voz de la tormenta!
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¿Hálito del que anima a la Natura
no es, Tequendama regio, tu neblina?
Tú ocultas el aljófar de la altura:
la lumbre de los astros diamantina;
tú robas a la luna su hermosura;
tú oscureces del sol la faz divina__
tú estremeces las bases de los montes;
tú llenas con tu voz los horizontes!
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¡Salve, gigante, rey de los torrentes!
Tu vida es un perpetuo cataclismo__
tus bullidoras aguas, imponentes,
arrebatadas siempre hacia el abismo
y surgiendo en vapor, verán las gentes:
serás eterno como el orbe mismo;
que el tiempo, con sus alas voladoras,
no deja en tí la huella de sus horas!
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Mas ¿dó me lleva mi delirio insano?
¿Eres más, orgulloso Tequendama,
que un átomo mortal?__La misma mano
del que en tu seno con amor derrama
la vida con su aliento soberano,
apagará de tu vivir la llama
y entre tus ruinas ahogará tu grito;
que El solo es el eterno, el infinito!
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¿Oh, hermoso Tequendama!, si un momento
parecióme escuchar de Dios airada
la voz de trueno en tu terrible acento;
si el dosel al mirar de tu cascada,
en ella vi de Dios el regio asiento,
fue ilusión de mi mente entusiasmada. . .
Dios colma con su aliento la Natura;
pero no habita aquí___mora en la altura.
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Tú no eres de Dios, belleza indiana,
el refulgente alcázar de diamante:
tu pompa tropical, americana,
el rugir de tu voz, fiera y tronante,
y tu niebla sutil, que en la mañana
se eleva al cielo en espiral gigante,
son la ovación magnífica, esplendente,
que ofrenda al Creador un continente!
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Al levantar osado a las alturas
Fantástico el vapor de que las pueblas,
tú del sol las espléndidas llanuras
oscurecer pretendes con tus nieblas;
pero él, al desceñir sus vestiduras;
deshace con su brillo tus tinieblas;
que si audaz tu vapor se eleva inmenso,
es delante del sol un leve incienso.
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Mas ah! nó, portentosa maravilla!
Tú eres gigante como el orbe mismo!
Yo otra vez detuviérame a tu orilla,
si oprimiera mi frente el esceptismo,
a contemplar tus nieblas sin mancilla.
a penetrar en tu horroroso abismo,
para mí manantial en luz fecundo,
porque me llevo en tu recuerdo un mundo!
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La Vida y la Obra del Dr. Gil Colunje por,
Juan Antonio Susto Lara y Simón Eliet.
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