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A Manuelita Hurtado des Cordes.
En la boca del río Pacora.
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Lenta cubre el poniente gasa umbría
que apaga de la luz el postrer brillo;
llena el valle el perfume del manglillo,
huele, al entrar al bosque, la curia.
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Torna al corral en busca de su cría
la vaca; el son monótono del grillo
vibra, como un violín, en el sencillo
concento de la tarde en agonía.
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Termina el labrador su ardua faena.
Cabe la ría y ve, de frutos llena,
su piragua y en ella se recrea;
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mas como un palmo apenas mide el agua,
se echa a dormir tranquilo en la piragua
esperando que suba la marea.
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