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Pobre pena me da verlo así,
mirándose en el oscuro lago,
quitándose el vivo carmesí
de su piel y de sus recios labios
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Así lo recuerdo aquella noche,
bebiéndose el dolor trago a trago,
mientras la luna hacía derroche
de ser su reflejo en aquel lago.
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Más no pregunté por qué sufría,
con qué derecho, ya lo sabía,
si yo lo marqué desde tan dentro
tan dentro que con el me moría.
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Presurosa me alejé de allí,
se vistió el amanecer de espanto,
el lago de un vivo carmesí
y su frío cuerpo con mi llanto.
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