|
España, nos trajiste tu lejano
manantial de gemidos y de orgullo,
tu valor castellano y arrogante,
tu quijotesco corazón de mundo.
|
Fue tu simple substancia, simple barro,
tu poblano sencillo, tu hombre oscuro,
el que trajo las sílabas de fuego
y rompió cordilleras con el puño.
|
Ahora en los escombros ultrajados
de éste que fuera sitio de tributos,
de esta ciudad antigua levantada
con el pellejo de los hombres rudos,
|
Puedo medir tus vísceras de rayo,
tu altanera clemencia de verdugo,
tus desgreñados sueños de conquista,
tu doloroso batallar desnudo.
|
Puedo medir tu sangre de torrente,
tu altanera clemencia de verdugo,
tu congoja de fraile misionero,
tu palabra madura como fruto.
|
* * *
|
Tu corazón, España, es rojo y blanco;
rojo león de corazón hirsuto;
con Fray Bartolomé blanco y humilde
en las palabras y el amor profundo.
|
Y aunque trajiste garras tenebrosas
para llenar de muerte los minutos
y una raza silvestre conquistaste
con tu cadena y tu galope duro.
|
Jamás te negaré, madre incansable
que fuiste dando ese linaje tuyo,
como nueva semilla combatiente
en las manos violetas del crepúsculo.
|
No negaré tu estirpe de titanes,
_claros héroes que nada los detuvo_,
con su alma triste y con su piel de acero
vencidos por la gloria y por el triunfo.
|
Trajiste muchas cosas con tu cáliz,
tu regazo evangélico y desnudo,
la harina de su sangre y de tus ojos
y tu fértil destino taciturno.
|
Tu Quijote perennemente triste,
tan íntegro en sus pasos de hombre puro
con su aurora callada y visionaria
y sus sueños sirviéndole de escudo.
|
Tu Cristo popular y silencioso,
con sus manos abiertas como el humo,
para llenar de paz el desvelado
camino de fantasmas y de luto.
|
Y por ese camino tormentoso
con sudor y peñascos iracundos,
ibas alzando torres y ciudades
de un porvenir eterno claro anuncio.
|
Ahora que te siento derrotada
canto tus cicatrices y tu orgullo,
tu antiguo amanecer, tu mano firme,
tus escombros sembrados por el mundo.
|