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Oh huesos, basamento que me siembra
vertical sobre la tierra, a plomo.
Oh sencillos, humildes, no cantados,
nunca reconocidos, siempre anónimos.
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Sólo un recuerdo póstumo que yace
cuando al morir la carne aún persevera...
la blancura de formas, la armonía
sobre el desierto y mudo panorama.
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Cantando a la blancura, a la sagrada
misión de sostenerme cuando marcho
y frente a mí la noche tambalea.
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Yo voy enflaqueciendo palmo a palmo.
Tal es la vida cruel, tal el futuro,
que un día, pronto tal vez, sea puro huesos
y así como una monda calavera
la ruta seguiré, porque aún muriendo
no se pierde del todo la batalla.
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Del libro: Poemas Corporales
Segundo Premio del Concurso Nacional
Ricardo Miró
1955
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