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Borra su afán bajo la densa bruma
un esquema de sal y de quimera
mientras sorbe el anchor de la ribera
las sensuales caricias de la espuma.
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Es la espada del mar que se perfuma
con perfume de brisa lisonjera
y, sin exordio de piedad, lacera
la propia entraña que su ser esfuma.
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Símil exacto de galante muerte
el destino menguado de la ola
cuando la gema de la orilla advierte;
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ciégale el brillo de falaz aureola,
tiende sus brazos a la arena inerte
y, en gesto inútil, su pasión inmola.
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