¡Qué lo aprendan también los pudibundos
dispensadores de metralla
por voluntad del títere soberbio
que mueve Wall Street con indolencia
y desparpajo! No ha de ser con helicópteros
que ha de poblarse el nuevo paraíso
terrenal, con morteros y ardientes gelatinas
prefabricados a la propia estatura
de los dioses que el dólar
en templos consagra
y la avaricia y el dolor erigen.
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