Pero hay un día en que la muerte con la muerte
se enfrentan cara a cara,
cuando el despreciado sacude el polvo de sus puños:
esbeltos árboles
de libertad que irrumpen como un bosque incontenible.
Es la hora culminante del pueblo y sus verdugos
la temen cual el tigre al cazador decidido
a jugarse la piel en los recodos.
Es ese el día de la imposible continencia,
porque las madres
han alzado su voz condenatoria.
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