Ella entonces se yergue en las hogueras
con maternal ternura y poderío
y es su imbatible amor quien nos conduce
a través de las picas mercenarias
al lacerante origen de la injuria:
ese infierno de oprobios
que solamente el mar conoce
en su sabor, su hondura y sus corceles
cuando se agolpan
junto al guerrero que blasfema y sangra
al blondo minotauro.
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