Porque de nada vale el llanto.
Porque de nada vale el luto.
Hay que parar el viento.
Hay que callar el canto que gira
— niño loco — en el jardín.
Hay que obligar al Tiempo
a marcar este segundo durante muchos años,
y cuando lo haya gastado
quedarse en el vacío. Estático.
Hay que intentar no ser, existiendo,
y aprender a sufrir el dolor del dolor
para aceptar tu ausencia
y comprender tu muerte de ángel.
Porque de nada vale el llanto.
Porque de nada vale el luto.
Hay que parar el viento
— el viento nocturno —
que dice venir de tu sepultura.
Hay que callar el canto
— el canto que canta tu muerte
como un niño loco — en el jardín.
Hay que obligar al Tiempo
a marcar este segundo
para que todos sepan que acabas de nacer,
para que todos vean que vives con nosotros
— hija, hermana, esposa, amiga —,
para que se comprenda
que de tu cuerpo de ángel
han brotado los lirios
y que es tu voz la que canta
la canción de los niños...
Hay que explicar todo esto.
Porque de nada vale el llanto.
Porque de nada vale el luto.
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