Nació en la ciudad de Panamá, el 10 de enero de 1925. Bachiller del Colegio De La Salle (1943) y Licenciado en Derecho por la Universidad de Río de Janeiro (1948), ciudad donde se radicó desde los 19 años.
Fue cónsul de Panamá en Río durante 18 años. En 1968 fundó el Instituto Técnico de Análisis de Investigación y Estudios (ITAPE). Se incorporó a la red de medios de comunicación Globo, la más importante de Brasil, como responsable de investigación de audiencias en 1971. Fue profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y de la Pontificia Universidad Católica (PUC).
Ganó el premio al Hombre del Año, de la Asociación Brasileña de Publicidad (ABP), y al marketing destacado en el área de investigación de la Asociación Brasileña de Marketing (ABM), ambos en 1981. Sánchez fue presidente de la ABM y miembro de su Consejo Asesor. La Asociación Brasileña de Institutos de Investigación de Mercados (ABIPEME) también lo distinguió con el título de Investigador Emérito, en 2003, considerándolo uno de los pioneros de la investigación de mercados en Brasil.
Fue un amante de la poesía y convirtió al poeta brasileño Manuel Bandeira en su fuente de inspiración. Algunos de sus poemas fueron traducidos al portugués por el poeta Bandeira.
En Itinerario de la Poesía en Panamá, Rodrigo Miró destaca:
“Con Primeros Poemas, su obra inicial, Icaza Sánchez mostró sus muchas posibilidades; allí aparece agudo, jactancioso, burlón, serio también. Sin embargo, la realidad del poeta no se logra si no con Poemas para Cuerdas, libro de madurez.”
Mientras que Aristides Martínez Ortega, nos dice, en Poesía vanguardista de Panamá:
“Su poesía la recorre una serena melancolía en la que de pronto se fusiona la madre, la patria y el amor. La lección de los clásicos españoles luce asimilada, sin que ello dé la impresión que imita, muy por el contrario, hay un aire renovado que recorre los poemas, como es el caso de Salinas, Hernández y Alberti, entre otros, que ha reactualizado sus poetas del Siglo de Oro.”
En 1966, participó junto a Manuel Bandeira, en la edición bilingüe de Rubaiyat de Omar Khayyan. A Bandeira le corresponde la versión en portugués y a Icaza la versión en español.
Homero Icaza Sánchez, falleció el martes 30 de agosto de 2011 a los 86 años de edad en Río de Janeiro, la ciudad donde residía.
Esta corona de sonetos es una pasión antigua. Fue escrita en 1966 por una sugestión de mi maestro, el poeta brasileño, Manuel Bandeira. La sugerencia se transformó en desafío, dada la difícil estructura de este tipo de composición, joya de la poética italiana, incorporada a la literatura española por los poetas del Renacimiento.
Terminada, la Corona sufrió el natural período de hibernación, durante el cual el autor dedicóse, como Analista, a la heurística tarea de descubrir el alma de los números y de los porcentajes, de las Encuestas de Opinión Pública del Brasil.
En 1978, en Paris, le mostré los sonetos, con derecho a retoques e imprimatur, a mi fraternal amigo el poeta panameño Roque Xavier Laurenza, quien, después de leerlos, me fusiló con una frase: "Espero que no se transformen en obra póstuma".
Esa premonitoria sentencia me persiguió por muchos años, en cuanto mis amigos, por fidelidad y gentileza, preguntaban: ¿Y la Poesía, continúa?
Hoy, al publicar la Corona, confirmo que la Poesía continúa y está viva. Más viva, ahora, que se puede publicar un libro, compuesto, armado y paginado en una computadora, liberando al autor del inevitable laberinto de una composición industrial. Por lo menos, para los poetas de la segunda mitad del siglo XX, Norbert Wiener y las computadoras tienen tanta importancia cuanto Gutenberg y los tipos móviles tuvieron para los poetas manuscritos del siglo XVI.
Mis amigos, los poetas Manuel Bandeira y Roque Xavier Laurenza, son hoy habitantes eternos del cielo de la Poesía. Por eso, es de justicia pensar en ellos, cuando la Corona sale a la arena. Al final, fueron ellos los autores del espaldarazo poético.
Las arras están dedicadas a mi mujer porque, en realidad, estaban esperando por ella.
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H.I.S.
En la introducción de Las arras del amor. Con serigrafías de Carlos Scliar. Río de Janeiro: Lithos Edições de Arte, 1998.
(Fragmento)
[…]
Pues bien: los Primeros Poemas de Icaza Sánchez contribuyen con su limpio caudal a la moderna poesía panameña. Apreciable contribución, porque Icaza Sánchez tiene verdaderas condiciones para el trabajo poético: el don de las imágenes y el sentido del ritmo, sin las cuales no se logra ese lenguaje de música y asociaciones insólitas que es el de la poesía. Posee, además, nuestro joven poeta la suficiente dosis de inconformidad, inconformidad hecha de justo y fecundo respeto por la poesía, para no contentarse con los primeros aplausos. Nada mejor. La poesía es reina despótica que reclama sumisión constante a sus severas leyes so pena de destierro a las islas de la banalidad y el olvido. En lo que atañe al arte de los versos, el hombre satisfecho está perdido. Sólo se alcanza el verso perdurable por la insatisfacción, por el esfuerzo. En materia de excelencias, no hay metas; sólo existen caminos, y el verso perfecto debe ser considerado siempre como la sombra de una perfección aún no lograda. Como la bienaventuranza, que únicamente se concede a quien se cree indigno de ella, la belleza poética sólo se entrega al que no espera merecerla. El grito del jactancioso, pocas veces conmueve a las Musas, atentas, sin embargo, al murmullo tímido del humilde trabajador del arte.
Como decía, el lirismo de Icaza Sánchez tiene un marcado carácter lúdico. No se trata, sin embargo, de una condición debida a su juventud, como pudiera creerse. No. Icaza Sánchez hace un juego del modo más serio. Se diría que asiste al espectáculo del mundo con cierto irónico guiñar de ojos y que construye sus poemas con ágil gracia de gimnasta. Su temperamento es como esos espejos, que se encuentran en las barracas de las ferias ambulantes, donde las imágenes de la realidad se deforman en humorísticas distorsiones. Un hombre que fuma, la obra de Picasse, y hasta el venerable Fray Luis, todo, desde una hechicera hasta el ronco océano, se hace mueca verbal en Icaza Sánchez. Claro está que el poema es un juego y que la poesía consiste, precisamente, en esto, en desfigurar, en transfigurar la realidad. Donde hay humorismo se suele encontrar siempre el lírico temblor del alma de un poeta. Y la ironía es también una forma del llanto. Pero lo que deseo decir cuando señalo el carácter lúdico de estos Primeros Poemas es, simplemente, y valiéndome de los términos de Huizinga, es que nacen como en juego y se desarrollan en forma de juego, lo cual no dice nada en contra de su condición lírica y de su dignidad poética. En el cuadro de la poesía panameña de hoy, por ejemplo, hay que situar a Icaza Sánchez más cerca de Demetrio Herrera S. que de Ricardo Bermúdez. La semejanza, claro está, se limita al proceso puramente mecánico de la poesía, a los elementos musicales y plásticos del verso de ambos poetas; porque los dos tienen igual manera de construir, la misma pincelada, como se dice en pintura…
[..]
En fin, creo que la nueva poesía panameña ha ganado con este joven poeta un valioso elemento: y creo que, con los años, Icaza Sánchez alcanzará un nivel de excelencia dignísimo. Siento que la poesía no es en él brote pasajero, sino radical vocación de ritmos y metáforas, auténtica flor de su naturaleza, que no es, como acontece en muchos de nosotros, una orquídea caprichosa y ocasional. Por ello confío en el primor de las futuras cosechas líricas de Icaza Sánchez. Nada le falta para lograrlo, ni siquiera el influjo de los buenos maestros, como puede verse. El poeta, como todo hombre, se define por sus apetencias. La absoluta originalidad es cosa muy rara y siempre relativa. Ya decía el poderoso Goethe que su historia era la historia de sus influencias. Nada mejor para el artista adolescente que la compañía de los grandes nombres. Y nada me complace tanto como saber que Icaza Sánchez suele refrenar sus labios en las fuentes perennes y que guía su paso por la parábola de las más altas estrellas.
En nuestro medio, donde un libro de versos no es cosa frecuente, los Primeros Poemas de Icaza Sánchez deben ser recibidos con fraterna cordialidad. Y al felicitar a este amigo mío por la publicación de sus versos, deseo hacerle presente el serio compromiso que contrae. Cultivar la poesía no es tarea fácil y menos si los paradigmas que él se fija son aquellos que sus simpatías poéticas suponen. Quien trabaja con el lenguaje debe recordar siempre que las palabras, son delicados organismos que con cualquier rudeza pueden quebrarse. El dominio indudable que de la lengua tiene Icaza Sánchez es una virtud peligrosa. Las palabras se resienten tanto de la torpeza como de la facilidad. El ejercicio poético es, pues, tarea dificilísima, recompensada a veces por una estrofa o por un verso como austero fruto de muchos trabajos. Hay obras, formadas por numerosos libros, que no son otra cosa que el anillo modesto que sostiene la perla viva de un poema memorable. Pero lo importante es tratar de lograr ese instante de perfección. Y buscarlo con la lucida conciencia de quien sabe que el ejercicio milenario de la lira tiene algo de sagrado y con el sereno orgullo de sentirse arcángel de lo inefable, mago que trasmuta viles sustancias en oro poético. Pero tales dones se pagan al precio del esfuerzo y de muchas derrotas. Porque la poesía es el castigo con que los dioses premian a los que no se contentan con el rostro cotidiano de las cosas.
Río de Janeiro, junio de 1947.
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Roque Javier Laurenza.
En: Revista Nacional de Cultura. 2da. Época, diciembre, 1985. Panamá: Instituto Nacional de Cultura.
Ver el documento completo en: Los primeros poemas de Icaza Sanchez
(Fragmento)
[…]
No se le puede considerar como un poeta esencialmente panameño si es leído por un extranjero. Ahora bien, si se hiciese un estudio profundo de su obra, no habrá duda que rezuma el panameñismo cada dos por tres. Y es panameño por la actitud lírica ante la vida; por la alegría; por una cierta picardía; por esa especie de valentía, en el sentido de no temerle a las cosas; por la indisciplina; por esa borrachera de color que le acunó en el trópico; y, en parte, por su musicalidad. Porque el panameño es muy musical en sí, aunque esa música no tenga los alcances —tan convencionales a veces— de lo clásico. Música que se asemeja mucho al deje árabe, que es la saloma, el grito del interior. Un grito espontáneo ante el fenómeno natural, un grito de queja.
Y también Homero —cómo no— se siente panameño en aquello de percibir el problema primero, y después estudiarlo.
Pero vengamos ya concretamente a una de sus últimas obras: Poemas para cuerdas.
En este volumen, —casi todos sonetos—, Homero trata con exclusividad tres grandes temas universales: el amor, el sexo y la muerte, como también las relaciones que existen entre ellos. Estos tres puntos han servido de inspiración para los grandes líricos y de medios flexibles para ejercitarse en procedimientos poéticos. Tanto han dicho los grandes artistas acerca de estas ideas que sería menester la originalidad y la sensibilidad de un extraordinario poeta para abrir nuevos caminos en este terreno arduo. Y Homero lo logra. Sus personajes y figuras se hallan muy lejos de ser alegóricos o simbólicos.
Tampoco hay que querer descifrar a sus frases por medio del significado propio de las palabras, sino como detectores ingeniosamente inventados para descubrir la musicalidad. Una musicalidad subrayada por el uso frecuente de colores y de los medios sensoriales.
Haciendo énfasis en esta característica para realizar el análisis de su obra, ésta podría dividirse como una pieza musical. Los Sonetos del Amor primero y segundo y el Soneto de la Muerte forman la obertura de la obra; sigue un allegro con el Soneto de la Gacela; un andante, el Soneto del Hijo Pródigo y Soneto del Amor Vegetal; un minué con el poema Nocturno; y termina la primera parte con un nuevo allegro: Nocturno. Sigue entonces descripciones de paisajes, personajes y recuerdos personales del poeta, los cuales, tanto en su estructura como en la coordinación de las palabras, también guardan una gran sonoridad.
[…]
Miedo y ansiedad se combinan en los versos de este poeta que hace preguntas constantemente y a la vez teme hallar las respuestas. Teme la pasión. Siente temor ante la vida, ante el amor y, en cierto modo, ante la muerte. Un miedo característico del hombre moderno, que aparenta ser superficial sin serlo por completo, pero que es incapaz de penetrar hasta el fondo del misterio del corazón humano. Que se deja arrastrar hasta el fondo de su alma.
Se encuentran con frecuencia los temas de la fugacidad del tiempo, del amor apasionado y de la llegada de la madurez en el hombre. En Soneto del Amor Vegetal y Serenata, el poeta se muestra incapaz de distinguir entre amor y pasión, cosa comprensible, puesto que los dos van íntimamente unidos y es difícil señalar dónde termina lo uno y dónde empieza lo otro. El hecho de que tampoco pueda hallar la coordinación entre los dos elementos constitutivos del hombre, —que son cuerpo y espíritu—, es de mayor gravedad, ya que el hombre no anda por el mundo a tientas, porque habrá de amar ciegamente.
Otros valores, aunque completamente distintos, pueden encontrarse en los poemas Carta a Mi Madre y Necesario, que introduce al primero. En Carta a Mi Madre, el más logrado en forma y contenido, el poeta viste de palabras al amor profundo que siente por el ser que le dio vida, el dolor y el remordimiento que experimenta al pensar de haberla herido. Reconoce sus errores y siente “el sabor amargo” de la culpabilidad al recordar tantas responsabilidades no cumplidas. Recuerda con dulzura melancólica los años inocentes de su niñez, pero admite que aquel ser se está muriendo, dando lugar a otro individuo completamente distinto, duro de corazón, que ya no parece ser hijo de aquella mujer. Expresa con amargura todo el problema que le mortifica y que trasluce en poemas anteriores. Siente el contraste entre la cosa juvenil y el sentir el problema seriamente como hombre adulto.
En ese momento se da cuenta que la memoria de la madre y de la patria no pueden sustituir su angustia metafísica.
[..]
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Ángel Revilla Argüeso.
En: 11 Escritores Panameños. Panamá: Peñacultural, 2002.
Ver el documento completo en: Poemas para cuerdas
(Fragmento)
[..]
En Panamá, la excelencia del soneto, bajo las estrellas de Petrarca, Cavalcanti, Camoens y Sor Juana Inés de la Cruz, ha tenido a Roque Javier Laurenza y Meco Fábrega como sus mejores cultores. A esos nombres debo añadir y destacar a Homero Icaza Sánchez, poeta panameño radicado en Brasil, que motiva estas líneas y a quien debemos Las Arras del amor, una Corona de Sonetos publicada en 1998.
Según su confidencia, esta corona de sonetos es una pasión antigua y fue despertada, concebida, y escrita en 1966 por una sugestión de su maestro, el poeta Manuel Bandeira. Señala Icaza Sánchez que “la sugerencia se transformó en desafío, dada la difícil estructura de este tipo de composición, joya de la poética italiana, incorporada a la literatura española por los poetas del Renacimiento”.
Mi inolvidable amigo Stefan Baciu publicó un libro en 1966 dedicado a Manuel Bandeira, considerado el máximo poeta del Brasil, titulado Manuel Bandeira, De Corpo Inteiro. Del capítulo 5, titulado Entre jóvenes y extranjeros, ofrezco una versión al español del fragmento del texto en portugués, donde comenta la relación amistosa entre Homero Icaza Sánchez y Manuel Bandeira: “Entre los extranjeros, hijo brasileño por adopción, al que Bandeira abrió su corazón, se contaba el dilecto amigo y poeta panameño Homero Icaza Sánchez, una de las más altas expresiones poéticas del Istmo Centroamericano. Llegado a Río de Janeiro como joven becado para la carrera de Derecho, trabó amistad con Bandeira quien en poco tiempo se convirtió en su padrino literario. Además, Icaza Sánchez se encargó de organizar una edición de sus Poesías Escogidas editadas por la Casa del Estudiante del Brasil. En aquella ocasión, Homero fue designado como director de una colección antológica de poesías brasileñas que no sabemos por qué razón dejó de ser publicada”.
Los Arras del Amor, es una carpeta de lujo con ilustraciones de Carlos Sclier, publicada, armada y paginada en una computadora por un grupo de amigos. Homero manifiesta que “para los poetas de la segunda mitad del siglo XX, Nobert Wiener y las computadoras tienen tanta importancia como Gutemberg y los tipos móviles para los poetas manuscritos del siglo XVI”. Para mí, la simbiosis de esta aventura ciberpoética donde están correlacionadas la más sofisticada tecnología y la más refinada concepción poética, reafirma el panorama inusitado de un campo abierto a realizaciones de variada índole en el nivel editorial y de la comunicación poética.
[…]
Su poesía involucrada con la tradición cortés, con el brillo renacentista que se abre paso a través de una revaloración de la naturaleza del amor desde el punto de vista de su conmovido mundo afectivo, constituye el núcleo íntimo y lírico de su experiencia poética y erótica. Un amor con sentimientos cruzados de gozo y sufrimiento como cuando finaliza solicitando al Amor: “amor sin el dolor de ser amado / ni de mi amor sufrir dichosamente”, porque como diría Octavio Paz de Petrarca y yo lo traigo a colación para iluminar el sentimiento del poeta: “él mismo es el teatro de combate de pasiones opuestas”.
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César Young Núñez.
En: Crónicas de rutina. Caracas: Miro Popic Editor, 2005.
Ver el documento completo en: Homero Icaza Sánchez y el intranquilo fuego del amor
Obras de Homero Icaza Sánchez |
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Título | Año |
Primeros poemas. Río de Janeiro: Pongetti, 1947. | 1947 |
Envío de Navidad. Xilografías de Manuel Segalá. Río de Janeiro: Philobiblion, navidad de 1955. | 1955 |
Poemas para cuerdas. Xilografías a colores de Manuel Segalá. Río de Janeiro: Philobiblion, 1956. | 1956 |
Las arras del amor. Con serigrafías de Carlos Scliar. Río de Janeiro: Lithos Edições de Arte, 1998. | 1998 |
Un escrito de Homero Icaza Sánchez |
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Carta de Homero Icaza Sánchez |
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