I
¿Qué cómo era
América?
¡Hay siglos
de voces
que me aturden!
Era les advierto
un manojo
de flores
sudando metales
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II
Era el oro
el sol
el aborigen
ungido
América
era en las colinas
roja como el ámbar
azul cual siderales
luciérnagas.
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III
Era el jornalero
trillando
laberintos
y la caña
doblegada
y la piedra
agigantada.
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IV
América
era el amor
de las pirámides
en su idilio
de cóndores
en el altiplano
La imagino así
un manantial
de imágenes
ceñidas a su cintura
de gaviota
y de mirtos.
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V
Era el aire
sin señales
el cántaro
sin asidero
la muerte
horadada
en las flechas
y los cuernos.
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VI
¡Quién hubiera
soñado
tantas mutaciones!
¡Quién estos siglos
de tambores
aullando en los duelos
y cementerios!
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VII
Allí estabas
América
rumorosa y casta
hecha playas
y cordilleras
Allí estabas
cuando llegaron
gigantes
vestidos
de bronce
y armados
de infamia.
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VIII
Y tú virginal
dorada al sol
de Atahualpa
acariciando tus senos
que amamantarían
tanta historia.
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IX
Tu mirada
fue dulce
en los frutales
y fresca entre lagos
y semillas
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X
Tu pudor
conquistado
fue sollozo
y lamentos
y fue la aurora
llorando sangre.
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XI
Me preguntaron
las edades
por la espalda
y les dije
que trizó fronteras
y nos dejó cañones.
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XII
La luz
no fue destello
sino tinieblas
las danzas
fueron cortejos
y la corona
fue escombros
miedo
estiércol
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XIII
¿Dónde quedó
tu tribu
y el origen?
¿Dónde las flechas
y las palomas?
Colgada como trofeos
y leyendas
en la crin
de los corceles
fuiste América
encrucijada.
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XIV
Ya nadie
podrá borrar
esos tatuajes
porque en su cabalgadura
van creciendo
como bestias
y suplicios.
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XV
Tu dolor
América
es la cruz
que nos trajeron
donde nos crucificaron
idolatrando
cruces.
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XVI
Para recordar
lo vivido
hay que embriagarse
en tu santuario
hay que oler a pasto
y a madriguera
para esgrimir de tus manos
el llanto agridulce
que es la evocación
gloriosa
de tu estirpe.
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XVII
América sagrada
tus indios
nuestros indios
no murieron
Sus arcos
son la vid
y la espiga
y sus cicatrices
la hidalguía.
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XVIII
La corona
fue la negra sombra
de las tinajas
donde se juntaron
lagunas
truenos
desiertos.
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XIX
De allí salieron
fúnebres
carcomas
odiosas cabalgaduras
de monstruosos
grilletes
que se multiplicaron
en infiernos
fieras
vendavales
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XX
¿En qué abismo
dejaste la violada
mansión del sol
entumecida?
¡Oh mis praderas
incendiadas!
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XXI
¡Oh mis ríos
hechos pantanos!
¡Oh mis montañas
derrumbadas!
¡Oh mi cielo
de brillantes pájaros
muriendo!
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XXII
Continente
de silencio amurallado
pedazo de arco iris
enjaulado
festín
de magnánimos
suplicios.
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XXIII
Eso eres
desde que los reyes
dieron su estocada
de espejos y cadenas
para vestir de oro
sus catedrales.
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XXIV
Un día fue la antorcha
muchedumbre
tus hijos se levantaron
libertarios
y un nuevo vaso
de sangre
fueron las horas
de la unión
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XXV
Entonces resplandeció
un lucero
de amor
y de esperanza
donde convergieron
las aspas
Y las fieras.
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XXVI
América
no te canses
de predicar
la voz
de tus cadáveres
que sus banderas
florezcan
en himnos de fuego.
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XXVII
Que el tiempo
se detenga
en el sueño
de Bolívar
que tu nombre
conquiste a los imperios
y que el Nuevo Mundo
sea la raíz
y la hoguera.
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XXVIII
¡Oh, inca de oro!
¡etéreo y manantial!
que nunca tu voz
cese de repetir:
"España aparta de mí
este cáliz"
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XXIX
Soy un hombre nuevo
en tus portales
la antorcha fértil
de tus caminos
En ti navego
en proféticos
misterios
y tu gloria invoco
redimiendo estatuas.
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XXX
América
gracias por hacerme
de tu barro
gracias por alimentarme
de tus manos
y por ser mi
eterna sepultura.
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XXXI
¡Hay una era nueva
en tu calendario!
un fulgor de cantos
de gritos
y fusiles
para defender
la verdad
y tu heroísmo:
América nuestra
en libertad.
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Canto Inmemorial. Segundo Premio de Poesía Esther María Osses, 1996.
Publicado en: XVI Certamen Nacional Pictórico, Literario Obrero 1996. Poesías, Décimas y Cuentos. Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral. Instituto Panameño de Estudios Laborales, Panamá, 1998.
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