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Canto Inmemorial – Espejos y cadenas,
por Leoncio Obando

I
¿Qué cómo era
América?
¡Hay siglos
de voces
que me aturden!
Era les advierto
un manojo
de flores
sudando metales

II
Era el oro
el sol
el aborigen
ungido
América
era en las colinas
roja como el ámbar
azul cual siderales
luciérnagas.

III
Era el jornalero
trillando
laberintos
y la caña
doblegada
y la piedra
agigantada.

IV
América
era el amor
de las pirámides
en su idilio
de cóndores
en el altiplano
La imagino así
un manantial
de imágenes
ceñidas a su cintura
de gaviota
y de mirtos.

V
Era el aire
sin señales
el cántaro
sin asidero
la muerte
horadada
en las flechas
y los cuernos.

VI
¡Quién hubiera
soñado
tantas mutaciones!
¡Quién estos siglos
de tambores
aullando en los duelos
y cementerios!

VII
Allí estabas
América
rumorosa y casta
hecha playas
y cordilleras
Allí estabas
cuando llegaron
gigantes
vestidos
de bronce
y armados
de infamia.

VIII
Y tú virginal
dorada al sol
de Atahualpa
acariciando tus senos
que amamantarían
tanta historia.

IX
Tu mirada
fue dulce
en los frutales
y fresca entre lagos
y semillas

X
Tu pudor
conquistado
fue sollozo
y lamentos
y fue la aurora
llorando sangre.

XI
Me preguntaron
las edades
por la espalda
y les dije
que trizó fronteras
y nos dejó cañones.

XII
La luz
no fue destello
sino tinieblas
las danzas
fueron cortejos
y la corona
fue escombros
miedo
estiércol

XIII
¿Dónde quedó
tu tribu
y el origen?
¿Dónde las flechas
y las palomas?
Colgada como trofeos
y leyendas
en la crin
de los corceles
fuiste América
encrucijada.

XIV
Ya nadie
podrá borrar
esos tatuajes
porque en su cabalgadura
van creciendo
como bestias
y suplicios.

XV
Tu dolor
América
es la cruz
que nos trajeron
donde nos crucificaron
idolatrando
cruces.

XVI
Para recordar
lo vivido
hay que embriagarse
en tu santuario
hay que oler a pasto
y a madriguera
para esgrimir de tus manos
el llanto agridulce
que es la evocación
gloriosa
de tu estirpe.

XVII
América sagrada
tus indios
nuestros indios
no murieron
Sus arcos
son la vid
y la espiga
y sus cicatrices
la hidalguía.

XVIII
La corona
fue la negra sombra
de las tinajas
donde se juntaron
lagunas
truenos
desiertos.

XIX
De allí salieron
fúnebres
carcomas
odiosas cabalgaduras
de monstruosos
grilletes
que se multiplicaron
en infiernos
fieras
vendavales

XX
¿En qué abismo
dejaste la violada
mansión del sol
entumecida?
¡Oh mis praderas
incendiadas!

XXI
¡Oh mis ríos
hechos pantanos!
¡Oh mis montañas
derrumbadas!
¡Oh mi cielo
de brillantes pájaros
muriendo!

XXII
Continente
de silencio amurallado
pedazo de arco iris
enjaulado
festín
de magnánimos
suplicios.

XXIII
Eso eres
desde que los reyes
dieron su estocada
de espejos y cadenas
para vestir de oro
sus catedrales.

XXIV
Un día fue la antorcha
muchedumbre
tus hijos se levantaron
libertarios
y un nuevo vaso
de sangre
fueron las horas
de la unión

XXV
Entonces resplandeció
un lucero
de amor
y de esperanza
donde convergieron
las aspas
Y las fieras.

XXVI
América
no te canses
de predicar
la voz
de tus cadáveres
que sus banderas
florezcan
en himnos de fuego.

XXVII
Que el tiempo
se detenga
en el sueño
de Bolívar
que tu nombre
conquiste a los imperios
y que el Nuevo Mundo
sea la raíz
y la hoguera.

XXVIII
¡Oh, inca de oro!
¡etéreo y manantial!
que nunca tu voz
cese de repetir:
"España aparta de mí
este cáliz"

XXIX
Soy un hombre nuevo
en tus portales
la antorcha fértil
de tus caminos
En ti navego
en proféticos
misterios
y tu gloria invoco
redimiendo estatuas.

XXX
América
gracias por hacerme
de tu barro
gracias por alimentarme
de tus manos
y por ser mi
eterna sepultura.

XXXI
¡Hay una era nueva
en tu calendario!
un fulgor de cantos
de gritos
y fusiles
para defender
la verdad
y tu heroísmo:
América nuestra
en libertad.


Canto Inmemorial. Segundo Premio de Poesía Esther María Osses, 1996.

Publicado en: XVI Certamen Nacional Pictórico, Literario Obrero 1996. Poesías, Décimas y Cuentos. Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral. Instituto Panameño de Estudios Laborales, Panamá, 1998.


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