1
Cómo no alzar la voz — la paz en la garganta —
en defensa de la vida y su sustancia?
Cómo no levantar los hijos
como un puño formidable
cuando la bestia firma decretos
determinando el final de nuestros días?
2
Dónde habitará tu boca,
la caricia partida en qué rincón se dolerá?
Dónde han de buscarte mis labios descalzos,
en cuál esquina caerán sollozantes,
abatidos nuestros besos?
3
Desdibujar la idea sería el principio
darle nueva forma seria un verdadero paso
sepultarla bajo tierra será la única,
irremplazable alternativa.
4
Amor, el vigor de la palabra es tan escaso.
La poesía no es omnipotente (una verdadera lástima)
ni tiene la consistencia necesaria
para detener la desnuda mueca de la desolación.
5
Los que ayer nos cicatrizaron la infancia
los que hoy nos muerden el alma
son los mismos que mañana
nos aplastarán el corazón
hasta su último latido.
6
La amenaza no tiene dimensiones conocidas...
sólo la advertencia — "ESPADA MÁGICA" —
es comparable con el suceso.
7
La amenaza quiere deshojar la luz
las anchas alas de la flor en vuelo
las dulces semillas
los signos de la ternura.
8
Pero elevaremos las manos para defender
el nido y el trino, el ave que cae
las blancas banderas, las puertas abiertas.
9
Correr y correr hacia la cúspide de la desesperación
con los ojos vendados seguramente nos traerá
terribles consecuencias... si tropezáramos
con las oscuras piedras de la ambición
la fractura sería irreparable y quizás nunca más
localicemos el loc lugar de las manos para apoyarnos.
10
Hagamos un simulacro: vamos a hacer como que vivimos
como que interrogamos, como que tenemos razón un solo instante
como ejército de espigas.
Hagamos un simulacro: como que nos amamos, como que creemos
a conciencia junta, como que desconcertamos al trueno que se aproxima.
Hagamos un simulacro: por lo menos lo habremos intentado.
11
Todo el amor construido por las manos vigorosas de los hombres
es un gran trozo de vidrio roto que espera ser reconstruido
en otro tiempo… transformando corazones aguarda impasible.
12
Me aprisiona esta hoguera, los países encendidos,
los pueblos llagosos, los hombres dispuestos
abriéndose la voz para disparar.
Someto las palabras — hijas de mi voz —
para que ausculten sus raíces, sus cárceles
su angustia manifiesta
para que hagan de sus frutos
desnudas sílabas masticadas.
Ofrezco mis dos manos llenas de tacto y miedo
sucias antes de tiempo
para que las vacíen
para que les roben los símbolos de la ternura.
Recorro con los pies desnudos este ajeno
país del sufrimiento, sus huellas, su era
sus largos caminos desconocidos, sus pueblos
fracturados...
Cohabito con las sombras y los remordimientos
en sus condenadas casas temerosas del incendio
y de noche afilo, con las manos desnudas
los recuerdos como quien limpia,
con las manos desnudas el borde de una espada.
Me detengo, ahora, frente a tus gestos, tu júbilo
tus ojos: tumbas sórdidas del vicio
como limosnero que en espera
del desprecio, el olvido o la moneda
muestra sus llagas a los transeúntes
para estimular su largueza
esa ausente bandera.
|