Tomé una piedra, se parecía a Fulvia:
plana, tibia, pulida y dura.
La lancé sobre tu piel, mar.
¿Recuerdas las veces que te brincó?
Lancha de carrera,
estornudo marinero,
tijereta pescadora.
Nueve veces, la piedra carilimpia,
te dio los besos que a mí dan:
rápidos, sin sentido,
porque sí.