Nada logra el que sufre y se lamenta
el que siempre de todos desconfía
el que alberga temor y cobardía
la envidia y odio el corazón alienta.
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La lucha por la vida es dura y cruenta
tonándose difícil cada día
y el pobre que migajas recibía
del rico la limosna ya no cuenta.
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La sociedad convive con ladrones
el que adula reemplaza al hombre honrado
y si tienes influencia cualquier puesto
consigues sin que importen condiciones.
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Derrochan en placeres los que tienen
el dinero y poder desmesurado
mientras pobres hogares angustiados
miseria y hambre sólo son sus bienes.
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El mediocre se crece ante el halago
y el incienso que elevan los lacayos
que en hilera servil, tristes vasallos
canonjías reciben como pago.
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De levita, decentes, muy ufanos,
los ves rondar en círculos sociales
caballeros de estampa muy formales
manchados con el robo a sus hermanos.
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La propina que ganan fácilmente
en contratos leoninos amañados
disminuyen el pan al desgraciado
y aumentan la miseria al indigente.
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Si con quien gobierna eres influyente
tendrás amigos siempre por montones
los fieles, los hipócritas, lambones
los que al son bailan del tambor batiente.
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Con su verbo engañan a la gente
ofreciendo programas amañados
contratos sin control, desmesurados,
en hoteles, caminos y hasta puentes.
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Pero si un día pierden de repente
el puesto o posición preponderante
derrumbarse verán todo al instante
y apartarse de ti toda la gente.
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Del libro: Otoñal
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