Algún día, hermano mío,
encontrar acaso quieras
aquel terruño apacible
de imponderable belleza
donde en derroche natura
prodigó a manos llenas
frondosos y verdes bosques
paisajes que jamás vieras
y escuchar silvestres trinos
en lejanas cordilleras.
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Ver el altivo atalaya
que se levanta en la sierra
orgulloso de sus hombres
que cumplen diaria faena
que de sol a sol trabajan
con cariño sus parcelas
y en las extensas llanuras
y en potreros y en haciendas
razas puras de ganado
de leche, cría y ceba.
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Ver los maravillosos ríos
caudalosas arterias
prolongar sus largos brazos
como una enredadera
llevando vida a los campos
a los valles y praderas
y en vergeles y jardines
como si un milagro hicieran
saturar de aroma y flores
nuestra prodigiosa tierra.
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Ver las hermosas mujeres
llenas de garbo y esbeltas
con sus ojos seductores
y el donaire de las reinas
las preciosas chiricanas
reales hembras panameñas
las que el Divino Hacedor
con su poder y grandeza
modeló con fino arte
para hacerlas su obra maestra.
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Y por fin, hermano mío,
si vivir acaso quieras
en el bello paraíso
que plantaron en la tierra
ese Edén acogedor
que anunciaron los profetas
el terruño de hidalgos
que maravillas encierra
ven a Chiriquí, mi hermano,
y encontrarás lo que anhelas.
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Porque allí sentaron toldas
el orgullo e independencia
la constancia en el trabajo
su potencial de riqueza
el amor inmensurable
pleno de ideales que hiciera
del chiricano en sus lares
patria chica cimera
de la provincia que es ara
y en el corazón se lleva.
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Del libro: Otoñal
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