Silente está la campiña,
de luto visten sus albas,
las voces de oro del cielo,
en jaulas yacen guardadas;
por los caminos que fueron,
viveros de hombres y de almas,
apenas huellan con miedo
rastros que dejan pisadas.
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Dulce clamor de tristeza
en corazones de plata;
naves con anclas de sangre
que van surcando las aguas,
acero blanco que juega
con las esfinges calladas
y sobre templos las cruces
a Dios elevan plegarias.
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Una canción se repite,
siempre la misma tonada,
del mismo coro que antaño
dejaron voces grabadas,
en cintas tenues de sueños
del mismo silfo escarlata;
vidrio que quiebra el silencio
del tiempo en la onda guardada.
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La campiña está de luto,
de rojo visten sus albas;
de Dios la casa terrena;
violaron manos profanas…
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Sucumben hombres e imperios;
reina el Señor en las almas,
porque es eterna su gloria;
siglos de fe lo proclaman.
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del libro: De luto visten las albas
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