Al Don Herminio y Doña Esther:
mis felinos maestros.
"con todos los ojos ve la criatura...”
Rilke
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Cuando las horas traspasen la soledad del felino
y la noche encienda el objeto visor,
el aposento volverá a su fiesta
cercando el horizonte de gemidos.
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Dentro, la flauta diminuta romperá el espanto
en el centro de una joven.
El arpa de los vientos saciará sus manos
haciendo trizas el panal de los vitrales;
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Fuera de la estancia — al contar los siglos—
el animal celebra,
que todas las ventanas hayan sido rotas;
y rotos todos los relojes,
viaja acuñando sus pasos,
sobre el mármol,
satisfecho de haber sorteado el tiempo.
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Libre de las cuerdas
el pequeño tambor
deja rodar su maquinaria y,
roto el telar
enciende el motor de la noche,
deslizándose, tímidamente,
hacia el engranaje de los miedos.
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Agazapado, reposa en los ojos de un felino.
El cachorro lame sus patas, temeroso,
ha encontrado la soledad de los refugios.
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Más tarde, en las veredas,
gritará frases inconclusas:
—los pájaros mancillan tu epitafio
no guardes más rencor para mañana;
enciende loco esa hoguera en tus entrañas
pues la música se muere
en la oscuridad de la casa.
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—¡ Escucha !—
el clavicordio desata mariposas ciegas
mientras al espejo
un hombre se mira
y cambia monedas
por canciones de antaño.
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Ya en la calle
vuelve a confundir los pasos.
Tiene que robar al tiempo
las cuerdas de los juegos infinitos,
librar el miedo, hacer la guerra;
avanza y cuelga en el sueño
la canción de la infancia.
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Lanza a las paredes trazos de palabras,
bebe tiernas raíces,
de bullicio y de sirenas.
Inicia el juego:
siembra estatuas en el vientre.
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Hinca garras
en la telaraña de la noche;
el maullido rasga las veredas,
tiembla el interior del laberinto,
pues ha comenzado la caza.
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Se abren las ventanas
de los globos oculares,
inútil ocultarse
tras la frágil madeja que los cubre.
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La criatura
corre al mar, sobre el muro,
y lanza sobres rotos,
regresa a la alcoba y sueña
que por siglos ha dormido;
despierta y lee las cartas sobre el agua:
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— tañen las campanas
se rompen los espejos —
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Un instante incendia la estancia,
el minino observa
unos ojos inocentes que lo miran,
entonces descubre
que también están rotos
como una caja de Pandora.
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Mención de Honor: en el concurso anual de Poesía del DEXA. U.P., 1996.
Fue Publicado en la Revista Maga # 28.
Del libro: Diario de un Infante.
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