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Estancias rotas,
por Alex Mariscal

Al Don Herminio y Doña Esther:
mis felinos maestros.

"con todos los ojos ve la criatura...”
Rilke

Cuando las horas traspasen la soledad del felino
y la noche encienda el objeto visor,
el aposento volverá a su fiesta
cercando el horizonte de gemidos.

Dentro, la flauta diminuta romperá el espanto
en el centro de una joven.
El arpa de los vientos saciará sus manos
haciendo trizas el panal de los vitrales;

Fuera de la estancia — al contar los siglos—
el animal celebra,
que todas las ventanas hayan sido rotas;
y rotos todos los relojes,
viaja acuñando sus pasos,
sobre el mármol,
satisfecho de haber sorteado el tiempo.

Libre de las cuerdas
el pequeño tambor
deja rodar su maquinaria y,
roto el telar
enciende el motor de la noche,
deslizándose, tímidamente,
hacia el engranaje de los miedos.

Agazapado, reposa en los ojos de un felino.
El cachorro lame sus patas, temeroso,
ha encontrado la soledad de los refugios.

Más tarde, en las veredas,
gritará frases inconclusas:
—los pájaros mancillan tu epitafio
no guardes más rencor para mañana;
enciende loco esa hoguera en tus entrañas
pues la música se muere
en la oscuridad de la casa.

—¡ Escucha !—
el clavicordio desata mariposas ciegas
mientras al espejo
un hombre se mira
y cambia monedas
por canciones de antaño.

Ya en la calle
vuelve a confundir los pasos.
Tiene que robar al tiempo
las cuerdas de los juegos infinitos,
librar el miedo, hacer la guerra;
avanza y cuelga en el sueño
la canción de la infancia.

Lanza a las paredes trazos de palabras,
bebe tiernas raíces,
de bullicio y de sirenas.
Inicia el juego:
siembra estatuas en el vientre.

Hinca garras
en la telaraña de la noche;
el maullido rasga las veredas,
tiembla el interior del laberinto,
pues ha comenzado la caza.

Se abren las ventanas
de los globos oculares,
inútil ocultarse
tras la frágil madeja que los cubre.

La criatura
corre al mar, sobre el muro,
y lanza sobres rotos,
regresa a la alcoba y sueña
que por siglos ha dormido;
despierta y lee las cartas sobre el agua:

— tañen las campanas
se rompen los espejos —

Un instante incendia la estancia,
el minino observa
unos ojos inocentes que lo miran,
entonces descubre
que también están rotos
como una caja de Pandora.


Mención de Honor: en el concurso anual de Poesía del DEXA. U.P., 1996.
Fue Publicado en la Revista Maga # 28.

Del libro: Diario de un Infante.


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