A mi extrañable amiga, Leila Matute.
"PENSARON ¡Es hombre!
y lo obligaron a morir.
Ahora murió. Para siempre.
--¡Lloren por el ángel muerto!"
M. Tsevetáyena (en la Traducción de Pedro Correa Vásquez)
"...Ya es hora de regresar
a la clara escuela del silencio.
Tira las palabras, el luto,
los pobres versos.
Ponte ligero de corazón y de recuerdos
para el viaje".
T. Solarte.
|
1.
Un anciano espera que lo llamen,
un joven lee en silencio;
en fin, ambos esperan.
Una fila se desliza, tres, dos, cero.
Todos miran, se miran,
regresan al silencio.
|
2.
El niño juega bajo la lluvia;
el viejo, en cambio,
no sale al patio sin paraguas.
El pequeño disfruta al mostrar su alma,
mas el anciano, encerrado,
se está cubriendo de negro.
|
3.
Sombra de unas manos arrugadas
abraza las ruedas de mi silla.
Guarda inédita mi infancia,
los huesos y el filo de tu espada.
|
4.
Esta tarde borro las ventanas,
hago trazos las paredes,
bebo el agua de los árboles
y siento mis entrañas
como estanque en bronce inmóvil.
|
5.
Tiro el bolso al hombro;
es mi número.
Es la hora de dejar mi catre
a otro hermano, que también espera
recoger sus trapos, hacer la fila
y avanzar por el túnel de alambradas.
|
6.
Voy contando los ladrillos,
los zapatos nuevos, viejos;
los cartuchos, los tinacos,
las ventanas de los buses.
Siempre miro
hacia arriba
los edificios humanos,
tambaleantes:
viejos, gordos,
negros, flacos.
|
7.
Amo las calles
con sus rostros desgastados,
a las estatuas
con sus pies desnudos.
Soy amigo perenne de la lluvia
y del muro de tus mares.
|
Mención de honor en el Concurso Anual de Poesía “Demetrio Herrera Sevillano”, 1992, Universidad de Panamá.
Del libro: Escritos sobre el anochecer temprano y otros poemas.
|