Un día,
miramos unas casas asombradas,
por el júbilo del fuego.
Un día,
una luminosa carcajada
se metió en las habitaciones
y nos echó, como en los malos cuentos,
a probar el sabor a azufre,
de los escombros,
y de los pájaros muertos.
Otro día, pasados unos siglos,
otra infantil y cruel jugada
nos miró con la codicia matutina del perro,
en la mesa del amo,
y nos lanzó, desde los cielos,
el miserable Infierno
que corroe las raíces moribundas.
Como si pudiéramos evitarlo/selección
Publicado en: Temas de Nuestra América, No. 132, febrero, 1993.