Yo no lloro por mí,
sino por ti y por ella,
por quienes amo,
por quienes sienten las mejillas
enrojecerse de impotencia
en la lágrima tras lágrima
que en silencio he tragado.
Que en silencio he tragado,
como siempre.
Como si pudiéramos evitarlo/selección
Publicado en: Temas de Nuestra América, No. 132, febrero, 1993.