Hoy dormí en tu cansancio
y alegré tus sueños,
llevándome siempre
un pedazo tuyo
en las uñas y en las manos.
Alcanzo a distinguir,
en cada frase que me dices,
un cansancio loco,
unas ganas de no saber,
un absurdo centelleo de promesas,
y no ves
que lo único que quiero
es mi ración de ti.
Como si pudiéramos evitarlo/selección
Publicado en: Temas de Nuestra América, No. 132, febrero, 1993.