A veces
uno busca un espejo,
un barco abandonado
o un hermoso pez dorado.
Y, a veces,
uno encuentra una espiga
temerosa,
un oscuro mar irresistible
y una minúscula y tímida sonrisa.
Y entonces
uno piensa que los hombres
son espejos abandonados
nadando sin rumbo
en oscuros mares de fuego
buscando brazos, océanos y olas,
reclamando lunas, crepúsculos
y angostas porciones de vida.
Como si pudiéramos evitarlo/selección
Publicado en: Temas de Nuestra América, No. 132, febrero, 1993.