1.
Anoche,
mientras llovía
no pude conciliar el sueño,
y se hizo más negra la negra noche
cuando alguien
tocó la puerta de la casa.
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El pensamiento
hecho remolino
tornóse pesadillas.
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Y vi el acero hecho garras,
pequeñas, astutas y repugnantes;
las sentí en posesión absoluta de mis
brazos,
hiriendo, torturando, liquidando.
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Y los gritos,
arrancados a pedazos del sueño,
despertaron otros sueños profundos.
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Hoy leí,
en primera plana,
que todo sigue igual,
que el cielo es tan azul como siempre,
y que tampoco se han caído los muros de
la Iglesia.
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Todo sigue Igual.
Aquellas bombas explotaron muy lejos.
Y no hay concursos para la gente bella,
ni tampoco sueños en la ventana de
enfrente
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2.
Estemos tranquilos.
Los jazmines aún perfuman los rostros
perturbados.
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Aún escucho, como tu voz,
los comentarios del día,
y los sueños se van haciendo reales,
en las guerras, en el hambre,
en el cielo y en la tierra.
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Pero no importa:
son pesadillas de otra parte.
Aquí no pasa nada.
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Como si pudiéramos evitarlo/selección
Publicado en: Temas de Nuestra América, No. 132, febrero, 1993.
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