Con mi vida no me hallo, porque estoy ya tan asado del morir, que lo sufro, muero y callo, pensando ver acabado mi vivir; Jorge Manrique
Hay ojos que se parecen al color del miedo en el inequívoco momento de la muerte.
Hay ojos que miran desde las sombras la maravillosa tortura del sueño.
Y allí, en ese presagio, se encuentra a tientas la indiferencia del tiempo, cordillera, arena, avalancha de certezas clavándose en la piel.
Los presagios necesarios. Publicado en: Premio de Poesía Gustavo Batista Cedeño 1992. Instituto Nacional de Cultura. Antologías y Homenajes 8.
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