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El Gran Vidrio (Secuencia polifónica) - I - Solo transparencia,
por Pedro Correa Vásquez

Hay fracasos muy extraños en la vida.
Las viejas ilusiones se esfuman para siempre.
El mito cobra vida y las almas oscurecen.
Oh, ¿por qué?, dime tú por qué.

Debajo de los árboles —mañana de diciembre—
un niño escribe, amparado por la brisa.
Sueña con pasiones —pasiones deleitantes—
que pronto llegarán.

         “¿Veis las olas del mar
         que vienen y se van?”      (1)

Una herida horada su simiente.
Sueña con la felicidad.
Un destino incierto, una tez muy pálida,
¿adónde fue la nave a parar?

Recuerda, recuerda otros versos.
En su mundo, no sabe si son suyos
o si otro hombre —tan sufriente y tan cansado—
se los dio a leer.

          Unha vez tiven un cravo...      (2)

Clavas en su corazón
—profeta prematuro—
ve las duras y sagradas moradas del dolor.
Y piensa: “La felicidad es para tontos”.

          “Aguas que se han ido,
          jamás regresarán”.      (3)

Llegaría el martirio de un amor deseado.
Llegaría la sed del cuerpo irredento.
¡Déjame —tal vez grite—, déjame en paz!
Un fantasma recorre sus sueños,
un fantasma lo invita al mal.

Hay serpientes venenosas que se escapan de los libros.
Correrá a toda prisa y ellas lo seguirán.
No tendrá descanso; la batalla ha empezado
y, en medio de la angustia de sus miembros exhaustos,
mentalmente se dirá:

          “Así son mis ilusiones: vienen y van.
          Así son mis amores: no regresarán...”      (4)

El mito cobra vida instantánea.
Serán tres las caídas y el mismo monte aguardará.
El pan será el cuerpo y el vino será la sangre
más pura que alguien ostentó tener.

El camino de la cruz tendrá otro espacio.
El fondo de campanas anuncia ya el crepúsculo.
La condena es eterna: por siempre
enamorarse, buscar un imposible;
por siempre estar rogando una gota de placer.

          Quizá nunca supiera que te quería tanto...     (5)

Y las aves agoreras dan la vuelta por
los cielos,
amenazan con quitarle los ojos encendidos,
aumentarle la aflicción por lo que no pudo tener.

          “Hay un placer que nadie puede negarnos:
          el derecho a mirar.
          Los ojos pueden ser tan terribles, como el cuerpo
          jamás ha soñado ser.
          El placer que al cuerpo le es negado,
          nunca se le puede negar a la vista.
          Los ciegos, por tanto, nunca conocen
          a cabalidad el placer”.     (6)

¿Quién, quién dicta las voces?
El águila insiste y se acerca.
Tal vez hoy sea la misma hora,
la misma exacta hora que maldijiste ayer.


Panamá, septiembre de 1985
_________________________

  1.  En unas fichas gastadas por el tiempo, el poeta ¿con qué intención? guarda esos que fueron sus primeros “versos”. El aspecto vigente del tiempo cíclico se los hace, de pronto, recordar.
  2.  La llamada Bécquer femenina es más profunda de lo que muchos piensan. ¿A quién puede importarle ahora, si de verdad alguien valora la poesía, que sus versos más logrados estén escritos en gallego? Habría, tan sólo, que recordar “Castellanos de Castilla”.
  3.  El recuerdo de los primeros versos es alucinante. La presencia de Heráclito es Insoslayable. Se supondrá que los pininos datan de 1970, o tal vez de uno que otro año anterior.
  4.  El poeta, que sabe que “el sentimiento trágico de la vida” es ley inmutable, insiste en mostrar su marcado pesimismo.
  5.  Mejor alejandrino que éste, ni el autor lo hubiera pensado. Su logro formal es indiscutible. Sin embargo, su valor está en el contenido que transmite: sin adornos ni rebuscamientos, revela una verdad intrascendente, pero hermosa. ¿una herencia tan grata como la rima?
  6.  EI tono prosaico de este texto es evidente. La interpolación corrobora el deseo del autor por reflejar en su “vidrio” distintos estados anímicos, vividos en diversos momentos. Por lo demás, resta insistir en el carácter hedonista y hasta cruel del texto.

Publicado en: Revista Lotería. No. 365, marzo-abril, 1987. Lotería Nacional de Beneficencia, Panamá, 1987.


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