¿Dónde están las sonrisas de tus labios rosados?
¿Se fueron para siempre cual sutil rosicler
las miradas, los versos, esos versos amados,
que en una tarde hermosa escribí con placer?
Mas si quieres a otro hombre, dímelo con premura;
nunca engañes al justo que por ti se arrebata,
pues la vida, tú sabes, es árida, muy dura,
y para mí es una rugiente catarata,
que se esfuma fugaz como un rayo de luna
penetrando en las ondas finísimas de plata.