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Sensación,
por Alfredo Figueroa Navarro

Es otoño, María, yo siento en la mañana
tu ser en mí vibrar como la luz del día,
hay veces que os recuerdo cuando veo la temprana
esfera que reluce mi interior alegría.

Al salir de esta celda mis pulmones cansados
reciben el frío aire que en la atmósfera flota;
y, pienso en nuestros labios, mujer, tan sonrosados,
exégesis de paz o de mi vida nota.
Dulce María quisiera tenerte para siempre
vivir los dos amantes de todo el universo:
eres como el lejano perfume del Oriente
que forma sus aromas en el amado verso.

Tus deseos han dejado en mi ser los panales,
la miel de tus dos labios me impele; yo no puedo
detenerme ante vuestras formas angelicales:
el mundo es para mí un refulgente fuego.


12 de noviembre de 1965.

Del libro: Hacia un anhelo.


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