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Piscis es un signo huraño,
por Roberto McKay

Me volveré un ermitaño porque nadie ha sabido nunca
cómo son los ermitaños
ni de las cuevas que habitan
ni de sus barbas largas y amarillas
que contienen secretos del origen
del humo
que siempre sube al cielo para hacerle cosquillas a los
                                                                       ángeles
y esas cosas
siempre y nunca
quise ser un ermitaño de capucha oscura
metido sobre el mundo
o fuera de él

alguien dijo
detengan el mundo que quiero salirme
no sé si lo logró
pero ahora digo lo mismo porque estoy
         hasta la rodilla
de guerras y de paz
de calles llenas de muertos y de sexos que
         habitan los cementerios

me volveré un ermitaño
y meditaré sobre la inmortalidad del cangrejo
y pensaré seriamente
en la posibilidad de oír la música de la lluvia
       al caer sobre los huesos
para encontrar el deleite primario y
       fundamental
de sentir que estoy aquí
que todavía no me voy que estoy pleno
                redondo
                perfecto
                inmutable como un griego

no sentiré el dolor de las tortugas cuando
        salen a desovar en la arena
ni tampoco el viacrucis hacia el mar
la marcha lenta y las lágrimas desnudas por
        los hijos que nunca habrán de verse

no sentiré tampoco que mi piel se vuelva
        dura como un armadillo
ni que la ilusión muera como un cisne herido

sólo tal vez es posible
lo sabré cuando la televisión se encienda
si me duele vivir
y existir

los ermitaños ahora
nunca es bueno decirlo
saben cuál es la palabra y el signo
bajo el que viven
y ahora que yo descubro que piscis es un
       signo huraño
no hay alternativa ni probabilidad
resta sacar la suma
y computar
que no ha habido nada antes
que los ritos se han desvanecido como el
       sacrificio de Isaac
y no por el perverso dios

es por la voz que escuchamos a través de
        la pared
que no llora ni se queja
pero escuchamos
y el eco nos entra en los oídos y nos
        inmoviliza

y nos hunde en una cueva
y nos hace crecer una barba larga y amarilla
y nos hace saber el secreto que entonces
       nos impide hablar.


Del libro: Producción Tobango.


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