Me volveré un ermitaño porque nadie ha sabido nunca
cómo son los ermitaños
ni de las cuevas que habitan
ni de sus barbas largas y amarillas
que contienen secretos del origen
del humo
que siempre sube al cielo para hacerle cosquillas a los
ángeles
y esas cosas
siempre y nunca
quise ser un ermitaño de capucha oscura
metido sobre el mundo
o fuera de él
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alguien dijo
detengan el mundo que quiero salirme
no sé si lo logró
pero ahora digo lo mismo porque estoy
hasta la rodilla
de guerras y de paz
de calles llenas de muertos y de sexos que
habitan los cementerios
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me volveré un ermitaño
y meditaré sobre la inmortalidad del cangrejo
y pensaré seriamente
en la posibilidad de oír la música de la lluvia
al caer sobre los huesos
para encontrar el deleite primario y
fundamental
de sentir que estoy aquí
que todavía no me voy que estoy pleno
redondo
perfecto
inmutable como un griego
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no sentiré el dolor de las tortugas cuando
salen a desovar en la arena
ni tampoco el viacrucis hacia el mar
la marcha lenta y las lágrimas desnudas por
los hijos que nunca habrán de verse
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no sentiré tampoco que mi piel se vuelva
dura como un armadillo
ni que la ilusión muera como un cisne herido
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sólo tal vez es posible
lo sabré cuando la televisión se encienda
si me duele vivir
y existir
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los ermitaños ahora
nunca es bueno decirlo
saben cuál es la palabra y el signo
bajo el que viven
y ahora que yo descubro que piscis es un
signo huraño
no hay alternativa ni probabilidad
resta sacar la suma
y computar
que no ha habido nada antes
que los ritos se han desvanecido como el
sacrificio de Isaac
y no por el perverso dios
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es por la voz que escuchamos a través de
la pared
que no llora ni se queja
pero escuchamos
y el eco nos entra en los oídos y nos
inmoviliza
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y nos hunde en una cueva
y nos hace crecer una barba larga y amarilla
y nos hace saber el secreto que entonces
nos impide hablar.
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Del libro: Producción Tobango.
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