A Cándido en su almacén lo ayudan en sus labores, su buena esposa Dolores y el dependiente Guillén.
En casa un día se quedó la esposa con una amiga; y el dependiente faltó por dolores de barriga.
Mas don Cándido celoso desconcertado y furioso, todo lleno de rencores, gritó cual un Barrabás: —Si está Guillén con dolores aquí que no vuelva más!
Del libro: Burbujas de Jabón.
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