Pasaron ¡ay! mis sueños
como una sombra vaga,
como pasan las dulces ilusiones,
cual la quimera azul de una esperanza.
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En la región vacía
donde habita mi alma,
sólo hay girones de memorias tristes
que el infortunio en su furor no arrastra.
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Te amé, dulce bien mío,
como nadie te amará,
como ama el ave a la naciente aurora
y cual la flor la brisa enamorada.
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¡Quién al olvido eterno
la pasión arrojara!
y renegando de amor (*)
como abismo de hirviente catarata.
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Quién olvidar pudiera
a la mujer amada
la noble diva de los sueños de oro,
como una virgen pudorosa y casta.
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Duerme al arrullo blando
de mi doliente arpa. . . .
y que el rumor de mi pasión te quede
como un perfume en la mitad del alma.
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(*) Verso incompleto por falta de claridad en el documento original.
Publicado en: El Tío Sam, año I, número 19, Panamá, agosto 20 de 1898.
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