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Agoniza la tarde. En occidente
se desmayan el lila y el naranja;
y un hilo rubicundo entre la zanja,
corre con el de plácida corriente.
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El cielo pone somnolenta franja
en la mar, que se agita blandamente;
la fronda se adormece en la pendiente,
que le hace linde a pintoresca granja.
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Favonio calla, cual si no quisiera
despertar la quietud de la pradera,
que duerme, bajo el beso del crepúsculo.
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Y todo sufre su melancolía:
el villorrio, la mar, la oscura umbría,
y el mogote, que finge enorme músculo.
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1922
Del libro: Poesías Líricas, Las Visiones del Sendero
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