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Para Manuel de Obaldía.
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Amo el Invierno. Me seduce el velo
húmedo y neblinoso que conmueve
las almas soñadoras, y un anhelo
de romanticismo despierta y mueve
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a evocar cosas tristes. Amo el cielo
cuando ciñe su túnica de leve
gaza plomiza; la frialdad del hielo
y la lluvia de pétalos de nieve.
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Los arbustos escuálidos que, a trechos,
sus desnudos caprichosos ramajes
asoman; la blancura de los techos
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adyacentes; esas melancolías
que lucen, en invierno, los paisajes
de las regiones gélidas y frías.
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Me encantan los misterios que palpitan
de los espacios en las galas yertas,
y los tintes monótonos que invitan
a recordar, imprecisas é inciertas,
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las aventuras pasadas que habitan
las riberas inmensas y desiertas
del olvido; las penas que dormitan
y los despojos de las dichas muertas.
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Las avenidas largas, silenciosas,
despobladas y mudas, como alfombras
níveas, blandas; amo todas las cosas
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que impresionan y tienen, como mi alma,
grato perfume de nostalgias, sombras,
tristeza y soledad, besos de calma…..
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Nueva York, 1909.
Publicado en: Nuevos Ritos, Nº 52 de 1 de octubre de 1909.
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