Tal me dijo un arcángel cierta noche
que en su dorado coche
por mi alcoba pasaba y tal lo creo,
porque en tu rostro veo
el dolor de los cielos retratado,
porque tiene tu acento incomparado
la divina cadencia
de ese himno melancólico y sonoro
que entonaron los ángeles en coro,
lamentando tu ausencia,
y porque, en fin, cuando de mí te alejas,
cuando un instante dejas
de brindarme el calor de tus abrazos
y de tus labios rojos la ambrosía,
soy un triste cadáver de alegría
me tiene el corazón hecho pedazos.
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