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Fue en una noche de inquietudes llena..
mis manos a mis sienes se oprimían,
y el viento me azotaba la melena.
donde mis dedos trémulos se hundían.
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Así, cansado de tu larga ausencia,
sentado al pie de un viejo limonero,
yo esperaba, mi amada, tu presencia
como espera un mendrugo el pordiosero.
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Y tal vez comprendiendo mis congojas,
que eran ya la esperanza que se aleja,
el viento simulaba entre las hojas
los sollozos de un pecho que se queja.
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Y triste lo hallé todo, y horroroso
pareció a mis miradas intranquilas
el claro cielo…ese Argos misterioso
donde tiemblan millones de pupilas.
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Pensé de tu crueldad en los derroches
y meditando en todos tus agravios,
rompí contra el dosel de mis reproches
el beso que llevaba entre los labios.
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Pero llegaste tú: sueltas caían
tus crenchas, como un nimbo de arreboles
tan bello, que igualarlo no podrían
los mejores ocasos de los soles.
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Y al cofundirte en mí, toda radiosa,
como un cometa que doró mis nieblas,
despareció tu cauda luminosa
bajo el amplio crespón de mis tinieblas.
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Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 38 de 31 de octubre de 1908.
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