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Sobre mi alma sus ojos tentadores
regalaban emociones una a una,
y entre mis brazos, bella cual ninguna,
con su aliento aumentaba mis ardores,
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El céfiro arrulló nuestros amores,
grandes allí sobre su roja cuna,
y al romántico beso de la luna
languidecieron de placer las flores.
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Cual blanco lirio entre revueltas ondas
se doblegó mi amada a mis excesos,
temblando bajo el palio de las frondas;
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y se escuchaba en los instantes esos,
bajo la lluvia de unas crenchas blondas
como una tempestad hecha de besos.
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Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 34 de 31 de agosto de 1908.
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