|
Para José Oller
|
Hermosa era la tarde: las selvas y los prados
vestían con la túnica que dióles Primavera;
los cerros simulaban, de bruma coronados,
gigantes mitológicos de nívea cabellera.
|
Mostraba siempre nuevas sus funerales galas
el sol tras de las gasas de ensangrentado velo,
y perfumaba el céfiro sus invisibles alas
jugando entre las flores con caprichoso vuelo.
|
Aromas cual suspiros brotaban de las flores,
y eran adioses tristes al sol que se moría;
y la volátil tropa de inquietos trovadores
regaba por el alma su agreste melodía.
|
Dos mariposas blancas, entre el follaje umbrío,
posáronse en el cáliz de un lirio matizado,
para libar, ansiosas dos gotas de rocío
que el sol de la mañana no había evaporado.
|
. . .y allí, sobre la yerba, mi amada y yo sentimos
como caricias de alas llegar las emociones;
y un cielo de purísimos encantos conocimos
en el santuario inmenso de nuestros corazones.
|
Su talle, que soñaron las orientales palmas
después se estremecía entre mis brazos preso. . .
se unieron nuestras bocas. . . temblaron nuestras almas. . . .
y fue como un gorgeo la vida de aquel beso!
|
Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 8 de 15 de mayo de 1907.
|