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Cuentan que en las Caribes un viajero
de ceño torvo y ojos como llamas,
una noche -del sueño prisionero-
se durmió bajo el árbol traicionero
que mata con la sombra de sus ramas.
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Y sin embargo, conservó la vida,
y cuando el alba derramó su brillo
se alzó del suelo y se marchó en seguida;
¡Era aquel ser extraño un parricida,
y murió esa mañana el manzanillo!
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Septiembre de 1908.
Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 36 de 30 de septiembre de 1908.
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