Floyd Wendell Britton Morrison, nació en la ciudad de Colón, el 21 de abril de 1937. Fueron sus padres, Nelly Albertina Morrison, oriunda de Nicaragua, y Leland Britton, colombiano oriundo de la isla Providencia, que constantemente realizaba viajes a Panamá en una embarcación de su propiedad.
Parte de sus estudios primarios y de primer ciclo los realiza en Colombia. Concluyendo su primer ciclo en el Colegio Artes y Oficios, ingresando luego al Instituto Nacional en donde se gradúa en febrero de 1958.
Durante sus años en el Instituto Nacional, publica, junto con Eduardo Santos Blanco, el periódico estudiantil El Aguilucho. Funda el grupo Sebastián Tapia del Instituto Nacional. Organiza la Asociación Federada del Instituto Nacional (AFIN), de los capítulos de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP). En estas actividades conoce a otros dirigentes estudiantiles como Polidoro Pinzón y Narciso Chicho Cubas; con ellos y otros reestructura la FEP que había sido desmantelada por José Antonio Remón Cantera, comandante en jefe de la Policía Nacional.
También en el Nido de Águilas participa activamente en el movimiento que culmina con la expulsión del entonces rector, Carlos M. Gallegos. En 1958 participa en la huelga estudiantil de octubre. La Universidad de Panamá es intervenida por la Guardia Nacional en esta ocasión. La presión estudiantil y popular conduce a la firma del llamado Pacto de la Colina.
En febrero de 1959 inicia, en unión de Álvaro Menéndez Franco, el movimiento cívico que concluye con la expulsión de los concejales deshonestos que robaban los fondos municipales. De esta jornada cívica surge el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) del cual es miembro fundador. Al producirse el alzamiento de Cerro Tute en abril de 1959, no pudo participar; pero semanas después de fracasar el movimiento, participa en playa Santa Clara, en el desembarco, procedente de Cuba, de armas destinadas a los grupos rebeldes. Son descubiertos por la Guardia Nacional y Floyd es herido de bala en un hombro. Luego de ser ocultado y atendido en la Universidad de Panamá, es trasladado a la sede diplomática de Guatemala en donde se asila y viaja al hermano país.
Después de dos meses en Guatemala regresa a Panamá dada la «apertura» que el gobierno estaba desarrollando para volver al país a su normalidad. En el aeropuerto es arrestado -no sin antes ofrecer resistencia a los esbirros de la Guardia Nacional-, a cuyo mando estaba, el entonces capitán Omar Torrijos Herrera a quien reta a despojarse el uniforme y enfrentársele personalmente como hombre. Este reto de parte de Floyd, puede ser el que diez años después le costará la vida.
Después que Floyd retornó del exilio en Guatemala continuó sus estudios de Filosofía e Historia en la Universidad de Panamá. Su voz se escucho a favor de la autonomía universitaria y de la plena soberanía de su país. Participo activamente en la siembra de banderas del 3, 4 y 28 de noviembre de 1959, así como en las protestas de enero de 1964. En varias ocasiones fue arrestado y sometido a torturas físicas y psicológicas.
Sus últimos momentos, el día antes de su arresto, lo recuerda Guillermo Sánchez Borbón, cuando Britton se le acercó al antiguo Café Boulevard Balboa y se lo llevó al interior del restaurante: “Floyd me contó que están dando un golpe de Estado. Que el de Chiriquí está confirmado, y que iba a confirmar el de la capital y de paso a tratar de organizar la resistencia”. Un fuerte abrazo que, en señal de despedida, le dio Britton, antes de desaparecer para siempre. La noche oscura de Panamá se iniciaba, donde comenzarían a desaparecer personas que todavía muchos buscan.
Con el golpe de estado del 11 de octubre de 1968, una de las primeras víctimas fue Floyd Britton, detenido por agentes de la guardia nacional a las 7 a.m, del 12 de octubre de 1968, lo llevaron a la cárcel Modelo, donde permaneció un año y luego fue trasladado a la Isla penal de Coiba. Allí murió el 29 de noviembre de 1969, a la edad de 32 años, por las torturas a que fue sometido. Su cadáver no fue entregado a los familiares y hasta la fecha se desconoce la ubicación de sus restos.
Al momento de su arresto era Estudiante graduando de Filosofía e Historia en la Universidad de Panamá y realizaba su práctica docente en el Instituto Nacional. El Frente Estudiantil Revolucionario FER-29 retomó la fecha de muerte de Britton para rendirle un homenaje permanente.
Testimonio de la barbarie
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La tortura que sufrió Floyd Britton antes de su asesinato fue narrada por su compañero de presidio Álvaro Menéndez Franco, en declaración jurada en 1991. “Al llegar a la costa (de la isla de Coiba) en un bote se nos recibió con un disparo al aire por parte de un oficial a quien los reclusos llamaban Pancho Pistolas, y en unión del susodicho oficial se encontraba el oficial Fernández, quien a gritos nos acusaba de ser terroristas... a medida que el oficial Fernández gritaba estos improperios fuimos atacados con garrotes, con golpes.... En uno de los momentos de estas torturas públicas, sentía Floyd Britton quejarse, lo vi con las cejas sangrantes y minutos después caí al lado de él recibiendo ambos una cantidad de golpes de estos garrotes infringidos por los guardias sobre nuestras espaldas, riñones, glúteos y muslos. Posteriormente a eso del medio día se nos colocó descalzos sobre planchas de hierro caliente, lo que nos produjo un intenso dolor en las plantas de los pies.... A lo largo de la golpiza el oficial Fernández manifestaba un gran odio hacia Britton y le decía cosas como esta:”no sé qué te vio una mujer blanca, siendo tú un negro tan feo, para casarse contigo”; fuimos entonces llevados a la celda donde se nos echó llave y ya se le había prohibido a los presos comunes acercarse a dicha celda. Dentro de la celda Floyd Britton me señaló que Fernández era su cuñado y que no le perdonaba el matrimonio con su señora esposa a la que repudiaba por esta unión. Posteriormente Britton se empezó a sentir muy mal de salud y entonces entre Narciso Cubas (otro prisionero) y yo lo hicimos entrara un viejo servicio...ubicado en una esquina de la celda, para que pudiera efectuar sus necesidades y quedamos asustados al presenciar que Britton orinaba y defecaba sangre.
A eso de las siete de la noche fuimos sacados en ropa interior y... fuimos introducidos en una pequeña celda en la parte lateral del Cuartel, la cual mira al mar, desde las siete de la noche hasta las seis de la mañana, un agente al que llamaban el Gallo Ronco cada media hora nos estuvo rociando agua fría... y agua caliente alternativamente dentro de la celda a los cinco que ahí a duras penas cabíamos y acompañaba este procedimiento con insultos personales y políticos, a la vez que nos amenazaba con repetir la tanda de golpes del día anterior. A las seis de la mañana se nos llevó a la celda nuevamente para que nos vistiéramos y se nos hizo formar en el patio junto con los otros reclusos sin haber dormido ni un minuto en más de cincuenta y cuatro horas desde que partiéramos del Puerto Balboa rumbo a Coiba... se nos hizo subir grandes lomas con guardianes armados con palos y fusiles y se nos asignaron tareas de trabajo en el campo. A Britton y a mí se nos envió sin instrumentos de trabajo a componer una cerca de un potrero y nos vimos obligados a hacerlo con las manos.
En esta tarea fuimos vigilados por un llamado cabo Nicanor, quien al llegar a las dos de la tarde nos ordenó irnos por la playa al cuartel central que él nos esperaría allá. Ya para ese momento Floyd Britton casi no podía caminar y con mi ayuda y una vara que se había conseguido logramos hacer el trayecto por la orilla de la playa. Estando a doscientos metros del cuartel central, el cabo Nicanor apareció en un caballo con una soga, amarró a Britton por la cintura y me dijo a mí que no intentara hacer nada y que me quedara firme y lo arrastró hacia el cuartel central. Posteriormente metiéndome dos palos en la espalda me ordenó a mí llegar a la celda donde Britton era atendido... y noté que empezaba a largar algunas uñas de los pies, sangrando profusamente por una uña del dedo grande del pie derecho, la cual con los días perdió.
Posteriormente se presentó el oficial que se hacía llamar Pancho Pistola, con dos hombres armados y nos ordenó salir de la celda rumbo a los baños comunales, situados al final del pasillo donde se nos permitió bañarnos, pero manteniendo a los hombres armados en la puerta, volvimos a la misma celda después de ponernos ropa seca, fuimos escoltados hasta un comedor situado en aquella época de que hablo a varios metros de este cuartel, donde se nos sirvieron alimentos, pero notamos que Britton, que corrijo, no resistía los alimentos por lo cual pedimos permiso a los guardianes para encargarle unas latas de jugos a una pequeña tienda o abarrotería que funcionaba en el penal. Ya en la celda Britton vomitó los jugos, nos dimos cuenta entonces de que su estado de salud era muy malo y pedimos hablar con los responsables del penal, quienes nos dijeron que en el hospital de este penal sólo tenían aspirinas y violeta genciana y que no había forma de hacer nada por él. Le planteamos entonces llevarlo a tierra firme o traer médicos; esta conversación se sostuvo con el dirigente del penal de apellido Rodríguez y con el subdirector de apellido Padilla, sin embargo no parecieron darle importancia a nuestra petición. Pasada una semana con trabajos de esta índole en el campo y la misma jornada de escolta para todos nuestros movimientos, fuimos separados... los hermanos Carrasquilla fueron asignados a un campamento llamado Catival; Narciso Cubas fue asignado al campamento de Punta Damas y yo fui llevado por mar al campamento de Río San Juan; Britton permaneció en el cuartel central. La noche del 28 de noviembre de 1969, fuimos traídos todos nuevamente a la misma celda, pues se esperaba en la mañana del 29 de noviembre una delegación de médicos y de la Cruz Roja nacional e internacional que visitaría la Isla Penal de Coiba. Nos extrañó que en dicha celda encontramos la ropa de Floyd Britton empapada en sangre y él no se encontraba en la celda, pero se nos echó llave y se prohibió a los reclusos políticos que estaban en otras celdas y a los presos comunes ni siquiera acercarse a la ya mencionada celda del cuartel central. A eso de las cinco de la mañana, un preso entró corriendo y gritó: el profesor amigo de ustedes acaba de morir y mientras agonizaba los estuvo llamando a todos". |
Crímenes sin castigo, investigación realizada por la Redacción del Diario La Prensa.
Caso Britton
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