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I
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Tengo sed, tengo sed!_ Gritaba ardiente
Entre una multitud que me atendía._
Tengo sed, tengo sed! _ Y en mi agonía
Me llevaron mil copas. Impaciente
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Volví a clamar: Sed tengo todavía!
Dadme a beber, por Dios, toda una fuente!
Y aquella multitud, piadosamente,
me llevaba a una fuente dulce y fría!
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Cuánta sed tengo_ hermanos_ todavía!
Sed, mucha más sed mi boca siente!
Nada puede calmarla: inútilmente
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me dáis del agua saludable y fría.
Nada puede calmar la sed ardiente,
La sed que seca la garganta mía!
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II
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Oh! Esta sed insaciable no la agota
el agua que me déis; todo es en vano:
si me dáis a beber un océano
es como si me diérais una gota.
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Ya, de tanto beber, mi ser se embota:
esta sed insaciable no es de humano!
Y a andar me di por el confín lejano,
clamando: ¡Sed!_ errante como ilota!
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Sed, sed, sed, tengo sed! Por donde quiera
Gritaba sin cesar en mi carrera;
Sed, que hasta el agua misma la sofoca...!
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Sed! Y, oírme una piadosa hermana
_con la piedad de la Samaritana_
Me dio la dulce fuente de su boca!
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III
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Oh mujer bondadosa! Tú has querido
calmar la fiebre de mi sed ardiente;
pero el agua exquisita de tu fuente
es cual las otras aguas que he bebido!
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Tengo aún más sed, mujer! Nada ha podido
calmar mi sed! Has visto? Inútilmente
he apurado del chorro de tu fuente,
y es cual las otras aguas que he bebido.
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Tengo sed, tengo sed!_ Aún voy clamando,
bajando cuestas, montes escalando,
y las fieras recógense a mi grito!
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Tengo sed: una sed que nada calma;
una sed que secándome está el alma...!
Es la insaciable sed de lo infinito!
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1924
Del libro: Poesías Líricas, Las Visiones del Sendero
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